Si bien el crucificado se sitúa en la escena prácticamente en el mismo sitio en el que se ha encontrado situado todos estos años, los candelabros se han elevado, recuperando la altura original, en concreto en las esquinas. Además, las cornisas se colocaron en línea con la canastilla y la ménsula, que hasta ahora se disponía hacia arriba, se ha colocado en la zona inferior, sobre los cuatro evangelistas.
El misterio representa el pasaje en el que José de Arimatea entregó a un soldado romano el permiso que previamente le concedió Pilato, para descender de la Cruz al Señor y posteriormente enterrarlo. Aparecen también en la escena, Nicodemo y María Magdalena. Darío Fernández destaca que ha sido muy importante a la hora de decidir, la prioridad de destacar al Señor tapándolo lo menos posible, creando una escena sin estridencias, expresiva, naturalista, pero también idealizada, donde cada personaje tiene identidad y comunica algo siempre pensando en enfatizar la divinidad que representa la Imagen del Señor del Buen Fin. Se ha buscado que tenga sobriedad y clasicismo, dadas las características que tiene el Titular de esta Hermandad. “Si hablamos de la composición -explica-, tengo que decir que se crea con teatralidad, inspirada en la pintura, sobre todo barroca. Las imágenes rodean a Cristo, quedando el Señor en el centro de la composición”.
