La ciudad de Córdoba ha protagonizado una jornada para la historia. Un día de júbilo que toda la ciudad ha podido disfrutar bajo un sol esplendoroso propio de la primavera, en el que se ha dado un paso decisivo para edificar una nueva cita con la que engrosar su calendario de acontecimientos recurrentes e insustituibles, materializando la perenne devoción que los cordobeses profesan por el Arcángel San Rafael, custodio de la ciudad y destinatario de un inmenso caudal de oraciones que se multiplican desde hace siglos por cada rincón de una ciudad que busca eternamente su protección, por obra y gracia de un encargo que emana del mismísimo Dios y que se ha convertido en una de las esencias de su religiosidad popular.
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