Un diseño de partida en el que la simbiosis entre la tradición ornamental cordobesa y la apertura a nuevas aptitudes que remozan el lenguaje del arte cofrade queda plasmado sin duda en este altar itinerante que cobija a la Virgen del Rocío y Lágrimas. El característico estilo califal de la Ciudad de San Rafael que representa el paso de palio está especialmente tomado de varios elementos de la Santa Iglesia Catedral, antigua Mezquita mayor de Córdoba, como son la puerta de San Esteban, la Capilla de Villaviciosa, la cúpula gallonada del Mihrab o el programa decorativo de la Puerta de la Cámara de las limosnas, así como las labores vegetales del Salón Rico de Madinat al-Zahra.
Por su parte la crestería queda inspirada en el tejaroz de coronamiento de la fachada occidental de la Mezquita, bajo el que se aloja la portada de San Esteban. Ésta fijó, además, el modelo básico tripartito de la arquitectura cordobesa, por lo que se ahondó en su influencia a la hora de solventar la labor decorativa que se desarrolla en el contorno del
alfiz de la misma. En cuanto a las bambalinas, partiendo de una composición geométrica basada en los claustros califales de la Mezquita desarrollados en forma de hexágonos en tiempos de al-Hakam II, se insertan las ramas de atauriques entrelazadas de la portada de San Esteban. Para otorgarle una vistosidad compositiva mayor, se apela a la característica de que todas ellas estén enfrentadas, a razón del intradós de los arcos sobre los que reposa la bóveda con nervaduras de la Capilla de Villaviciosa. Las caídas, en lugar de los tradicionales flecos, acogen un juego de 84 borlas de hilo de camaraña que se entremezcla con el empleo del cristal y la plata.
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